sábado, 17 de mayo de 2008

El desafío de realfabetizarse


17 de mayo: Día Mundial de las Telecomunicaciones


En la última cumbre internacional de la UNESCO en París, se destacó la importancia del manejo de las nuevas tecnologías en la educación actual. Claro, en nuestro caso se resume al planteo de un problema ya social y estructural, no solo educativo: las desigualdades en el acceso tecnológico, sumadas a las nuevas exigencias de formación laboral.

Es que los sistemas tradicionales de nuestra enseñanza están desfasados, son inservibles. Nuestros bachilleres no sirven para el mercado. Esto se lo debemos a la inválida Reforma Educativa y todos sus próceres. Autores morales de gran parte del desempleo, la marginalidad y el exilio. Y únicamente hay que ser agresivos con ellos, no queda otra: con menos visión que una manada de ciegos, pero rápidos como velociraptors, finiquitaron una reforma que jamás previó la ampliación inminente de los horizontes tecnológicos.

Pero ya esta hecho. Estamos obligados entonces al trabajo faraónico de realfabetizarnos. Y de motus propio. Hay que evolucionar. Los reaccionarios al cambio, a las nuevas tecnologías –porque nunca faltan- son aquellos mediocres que no asumen la necesidad de educación a lo largo de toda la vida. Y es un litigio de larga data. Pasa que desde hace miles de años, la alfabetización fue concebida sobre los pilares del leer y escribir. Sobre ellos, nuestro país tiene un índice de alfabetización demás del 80%. ¿Pero esto es real? Categóricamente: no. ¿Por qué? Hoy el analfabetismo es otro: es la incapacidad de acceso, comprensión y uso de la tecnología, de la cultura digital. Así lo definieron sociológicamente, y afecta sobre todo a adultos y sociedades desfavorecidas. Somos un país de sangre joven, por lo que nos queda asumir una sola categoría eufemística: la de sociedad desfavorecida.

Lo grave de este fenómeno que nos tiene como rehenes, además de no haber superado completamente al menos la no lectura y escritura- es que el analfabetismo tecnológico genera brechas sociales económicas y culturales más profundas que las anteriores.

La sociedad digital trajo consigo paradojas: nuevas formas de exclusión, socialización, inclusión y hasta formas de ver el mundo. Por esto, ya no podemos ser tan básicos en pensar que se trata en su conjunto de un simple soporte para los mismos contenidos, no. Es un poderoso instrumento innovador para romper al fin las barreras de las inequidades, las mediocres políticas del estado, y del desarrollo cívico. Es una puerta directa al progreso social. Por todo esto, ante todo, y lo innumerable después, es necesario: hay que educar para la sociedad de la información. Para el progreso de ella, se debe manejar y aplicar una política educativa sobre la alfabetización con un discurso para una ciudadanía democrática. Y ojo, que hay que correr, alejarse de aquellos discursos mercantilistas, o -peor todavía- arcaicamente apocalípticos que nunca faltan. Porque la verdad es simple: la tecnología no puede cambiar el "Ser" humano, sino el "hacer". Simplemente eso.

Otra cosa: hay que terminar de admitir que el manejo y la expresión, el conocimiento de internet y las tecnologías que lo acompañan, no son un hobby o una cualidad común, no. Hoy se convirtieron incluso en una forma de inteligencia. Simple: Porque las tecnologías también crean comunidades educativas. Por otra parte, no deberíamos estar tan pasivos ante todo esto. Está sucediendo un cambio histórico en nuestra presencia. Se necesitan nuevas leyes que regulen los nuevos instrumentos de comunicación, programas que diseñen nuevas directrices para la nueva alfabetización, políticas de estado que regulen y amparen los nuevos bienes tecnológicos del ciudadano común.

Pero por ahora, nosotros mismos eduquémonos. Urgentemente. Es necesario, y nadie lo hará por nosotros.

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