miércoles, 8 de diciembre de 2010

Para alimentar la fe

Por Silvia Páez Monges G.

Dentro de los preparativos, en el ir y venir de la fiesta peregrina en Caacupé, todos cumplen distintos roles. El papel de doña Gregoria Delgadillo es más que importante, es fundamental. Ella, es cocinera.
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Hace 10 años que inició un trabajo primordial para la realización de la buena cobertura periodística en el Santuario: sirve los almuerzos. La tradición gastronómica, instaurada por la doña, es justamente reconocida por todos quienes cada año esperan, se sorprenden y deleitan con sus delicias. La sopa, masivamente ponderada, es una de las estrellas indiscutidas del plato.
Pero nada es casualidad, y todo tiene su protocolo: “Mi mamá tiene 88 años, María de Jesús. Ella me enseñó a hacer la sopa así.-comentó-. Todo debe ser hecho por mí misma, tengo que encargarme de cada detalle.”
¿De qué por ejemplo?, ella explica: “No compro de cualquier lado. Todo tiene que ser nuevo. Para la sopa el queso tiene que ser bien blando, el maíz bien hervido, la harina recién molida. Todos esos detalles son importantes.”, enfatiza.

El rostro del milagro. La docente recuerda cómo su papá, Juan Vicente de 94 años, rezaba por la gente de prensa: “Es que él miraba las trasmisiones de la misa, las noticias en los diarios. Le gustaba demasiado luego cuando empezaba el novenario”. Un mal día, don Juan murió, y la muerte dio con eso un golpe certero al rostro de su hija. Una parálisis facial, la postró en cama.
La fe que Gregoria profesó siempre a la Virgen, fue decisiva para que un sólo mes después, se levante completamente recuperada. Desde entonces, con más razón, decidió entregar su mejor ofrenda a la virgen: su trabajo. “Ese afecto a la gente de la prensa heredé de él. El siempre rezó por los periodistas. Entonces cada año, yo guardo una parte de mi sueldo para hacerle esto a los periodistas que cubren Caacupé. Es mi ofrenda personal a la Virgen.

Desafío. Servir la comida que personalmente acerca, todos los años desde el 7, representa un trabajo de logística grande. Sin embargo, lo más importante es que significa un esfuerzo de amor familiar. Todos colaboran: “Mi hermana Josefina, mi comadre Rufina y doña Zuni son indispensables para mí. Ellas me ayudan a hacer todo en el momento. Pasa que no me gusta dar algo amanecido. Mi marido es el que guapea haciendo fuego, trayéndome y llevándome cosas”. Sus hijos Alejandro, Vicente, Tomás y Silvio son asistentes de lujo: “Silvio y Tomás me ayudan en la molienda. Ale y Vicente van y vienen con lo mandado. Siempre están pendientes de mí.”
Gregoria confirma mientras sirve milanesas: “Es una tradición. Nos juntamos y trabajamos todos: uno muele el maíz, otro hierve, otro prepara los huevos, bate. Es un trabajo de familia.”

Preciados secretos. Más que incógnitas, la cocina necesita de técnicas propias, hasta de mañas personales, así asegura la profesora y cocinera: “Cómo se bate, si está frío o caliente el ingrediente, hasta la forma del horno incide. Yo al menos creo eso.” La novel encargada del Departamento de Cultura de la Municipalidad de Pirayu, convence al afirmarlo.

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